23 de junio de 2009

Decadencia programada… /parte 1

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Era un día anaranjado. Me hallaba recostada en mi cama, como de costumbre no tenía nada que hacer, todo m e parecía tan obvio, que ya había perdido las ganas de vivir, bueno, no es que me quisiera matar, únicamente ya nada lograba emocionarme. Hasta el aroma de las flores y el zumbido de las abejas recolectando el polen para la elaboración de la miel, que antes podía devorar en tan solo unas horas, me parecía inerte. Sí, esa miel que mi padre gustaba sacar de los panales sin más protección que la de unos guantes y sin salir lastimado ni una sola vez. En ni una sola oportunidad hasta aquella tarde del 14 de febrero, cuando yo tenía 12 años. A causa de las miles de picadas de abejas enfurecidas que recibió por salvar a mi hermana pequeña que sólo trataba de imitar lo que nuestro amado padre hacía. Ese maldito 14 de febrero mi padre dejaba de existir. Mi madre no pudo recibir su regalo del día de los enamorados. Mi padre tampoco.

Isabel, mi querida hermana, menor que yo por ocho años, se sentía culpable de aquella muerte desde que Pablo, el primogénito y consentido de papá, le dijo que ella debería estar muerta, y que la vida de la que ahora gozaba se la robó a mi padre. Isabel no olvida ese suceso por lo que no logra mantener una relación más cercana con Pablo. Ahora tiene treinta y tres años, aunque no aparenta más que veintisiete, no es casada y no tiene novio, yo y pablo pensamos que se debe a que

se siente responsable de la familia por ocasionar la muerte de papá. La verdad es que Pablo no siente mucho remordimiento por aquello, solo siente rabia porque no alcanzó a convencer a papá de que cambiara su testamento, ya que a pesar de ser su hijo preferido nos dejó la mayor parte de la fortuna a nosotras. Pablo nunca fue muy responsable.

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