Tomé el trago más amargo mientras pensaba en ti, en tu injusta e inesperada partida, en aquel accidente que destruyó nuestro oasis, nuestro mundo, nuestro amor... Pensaba en ti y en tus caricias que no volvería a sentir jamás, en tus labios que no volvería a besar, en tus ojos que me miraron todas esas noches de palabras suicidas y misticismo de amor carnal, que miraron cuidando de mi sueño, y en las risas y juegos compartidos. Nada de eso volvería a pasar, el bergamoto que miraba asombrado por la ventana de tu cuarto ya no sería más nuestro cómplice. No regresaría jamás esa alegría tan rara en mí que producían esos encuentros secretos, aquellos momentos en que agotábamos los desbordes de amor tal vez vulgar y sublime, sucio y pulcro o salvaje y tantas veces contenido en espasmos de amor entre nosotras... Aun así, jamás habría podido soñar con tener a alguien como tú en mi vida, que me hayas elegido a mí entre miles de millones de personas y me hiciste sacar lo mejor que existía en mí, aquellas cosas que no sabía que poseía, porque aún creo que yo nunca las tuve, TÚ ME LAS DISTE. Pienso en todas las personas que desearían tener la suerte que he tenido, la que me ha dado Dios- sí bien él no lo hace en mí yo creo en él-. Tu me has enseñado muchas cosas, como disfrutar cada instante de alegría para recordarlos en la tristeza, como ahora lo hago en tu recuerdo que vive en mí y que no morirá aunque yo lo haga. Ahora el trago sabe un poco más dulce.
No hay comentarios:
Publicar un comentario