5 de noviembre de 2007

el trago amargo



Tomé el trago más amargo mientras pensaba en ti, en tu injusta e inesperada
partida, en aquel accidente que destruyó nuestro oasis, nuestro mundo, nuestro
amor...
Pensaba en ti y en tus caricias que no volvería a sentir jamás, en
tus labios que no volvería a besar, en tus ojos que me miraron todas esas noches
de palabras suicidas y misticismo de amor carnal, que miraron cuidando de mi
sueño, y en las risas y juegos compartidos. Nada de eso volvería a pasar, el
bergamoto que miraba asombrado por la ventana de tu cuarto ya no sería más
nuestro cómplice. No regresaría jamás esa alegría tan rara en mí que
producían esos encuentros secretos, aquellos momentos en que agotábamos los
desbordes de amor tal vez vulgar y sublime, sucio y pulcro o salvaje y tantas
veces contenido en espasmos de amor entre nosotras...
Aun así, jamás habría
podido soñar con tener a alguien como tú en mi vida, que me hayas elegido a mí
entre miles de millones de personas y me hiciste sacar lo mejor que existía en
mí, aquellas cosas que no sabía que poseía, porque aún creo que yo nunca las
tuve, TÚ ME LAS DISTE. Pienso en todas las personas que desearían tener la
suerte que he tenido, la que me ha dado Dios- sí bien él no lo hace en mí yo
creo en él-. Tu me has enseñado muchas cosas, como disfrutar cada instante de
alegría para recordarlos en la tristeza, como ahora lo hago en tu recuerdo que
vive en mí y que no morirá aunque yo lo haga.
Ahora el trago sabe un poco más
dulce.

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